Aurélian Tchouaméni y Kylian Mbappé tienen cosas en común. Ambos comparten un porvenir brillante y están llamados a hacer historia juntos con la selección francesa en el futuro. De hecho, el año pasado ya lograron su primer título junto en la Liga de Naciones, aquella polémica remontada frente a España en San Siro (2-1) con gol precisamente de Mbappé en posible fuera de juego. Lo que no comparten es la capacidad para resistir la presión de jugar en el club de sus sueños.
Mbappé nunca ha ocultado que el Real Madrid era el equipo por el que suspiraba de pequeño. Durante los últimos años, ha mantenido un tira y afloja a tres bandas con el Paris Saint-Germain que, finalmente, ha desembocado en su renovación por tres años con el club francés. Sometido a infinidad de presiones, incluidas las del propio presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, Kylian claudicó cuando lo tenía todo a favor para llegar al Santiago Bernabéu, donde la afición blanca le esperaba como agua de mayo.
A una escala diferente, la historia se ha vuelto a repetir en el caso de Tchouaméni. Señalado como uno de los centrocampista más prometedores del planeta, el internacional francés tenía sendas propuestas sobre la mesa del propio Paris Saint-Germain y del Liverpool. No eran opciones menores. La primera le aseguraba seguir en su país y jugar al lado de Mbappé, Messi o Neymar. La segunda, desembarcar en el subcampeón de Europa para disputar una liga tan atractiva como la Premier inglesa.
Sin embargo, a la hora de verdad Tchouaméni sí ha logrado resistir las presiones y todos los cantos de sirena que le han llegado muy bien afinados económicamente. Cumplirá su sueño de jugar en el Real Madrid. Sus compatriotas Benzema, Mendy y Camavinga, otro joven centrocampista con un futuro brillante, ya le esperan con los brazos abiertos. Mbappé deberá contemplar esa reunión desde la distancia. Como mínimo, hasta 2025.